23 de marzo de 2012


Los hombres piensan que dejan de enamorarse
cuando envejecen, sin saber que envejecen
cuando dejan de enamorarse... Gabriel G. Márquez.

Nunca es tarde. Si decidimos enamorarnos, llegará el amor a
nuestra vida. Y si, por el contario, pensamos que, dadas las
circunstancias y las experiencias vividas, ya no nos podemos
enamorar, sucederá que el sentimiento de amor no podrá
latir en nuestra consciencia. Pero en realidad, una cosa es
decidir enamorarse y otra muy distinta es pensar que
"necesitamos" al otro sexo y del sexo para sentir amor y,
por tanto, buscar como hurones por entre sus madrigueras.

Muchas personas piensan que enamorarse conlleva obsesionarse
con el objeto de su pasión y experimentar un baile de hormonas
que más que se parezca a un "chute" que a un estado de plenitud
serena. Sin embargo, vivir en-amorado es vivirse fluyendo en la
corriente de afinidad y empatía con la vida junto con otros seres
que ríen y lloran.
Vivir enamorado no hace falta que exista una persona única y
especial porque cuanto más enamorados estamos, más especiales
son los hermanos y amigos de la vida, más entrañables son los hijos
y los padres, más interesantes son los desconocidos, animales y las
cosas, más belleza vemos en el cielo y en la tierra y más conscientes
somos del alma en el mundo que nos cohesiona y rodea.
Cuanto más enamorados decidimos estar, más sentido tiene sentarse
a respirar, contemplar los pensamientos y permitir que las corrientes
de vida circulen por el cuerpo y la cabeza. Y si además, existe una
persona muy especial cuya danza de afinidades permite compartir
el descubrir y muchas de las pequeñas cosas, es perfecto.
Y si ésta todavía no ha aparecido, uno no deja de seguir enamorado
del proyecto esencial de su propia vida en conjunción con otros viajeros
que también escuchan la música del alma. Tan sólo se precisa activar
riesgos intímos que invitan a viajar desde dentro y convertirse en lo
que uno ama.
El Amor brota en la comunicación sincera, en la contemplación del ocaso
y en la música que nos emociona. El Amor surge cuando asistimos a
la apertura de crisálidas y señalamos con ternura la dirección a las estrellas.
El Amor nace cuando despedimos a un alma que recorrió ya su camino y,
cerrando los ojos, cruza el puente hacia el Alba.
Es Amor lo que parece cuando comprobamos que alguien resulta aliviado
con aquellas claves de lucidez que compartimos en aquel momento
de su desgracia. Es Amor lo que nace cuando sentimos vida como un
rosario de perlas útiles a los propósitos evolutivos que, aquí y allá, nos
llaman y convocan. El Amor brota cuando nos sentimos útiles al propósito
central que nos vocaciona. Se trata de poder ver, cada día, un mundo
nuevo, aunque a veces parezca que no pasa nada.
¿Enamorase? SÍ y SÍ. Amar es vivir despierto, surfear conscientemente y
con destreza, por entre los días de sol y de tormenta.
Usted sabe que nunca es tarde para decir sí quiero y hacerse amante
del alma...la del mundo y la suya propia...

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