16 de marzo de 2012

Templanza...


El agua del río por turbia que esté,
se volverá clara.
Proverbio

La vida, mientras imparte lecciones, a veces perturba nuestro control
y alerta nuestra calma. Son momentos en los que no percibimos
nada claro y todo nuestro mundo se muestra confuso y pleno
de aspereza. A menudo, "las vemos venir"; otras veces, sin embargo,
es un imprevisto el que nos "entrena" mientras altera el ritmo normal
de las cosas. Se trata de algo que nos frustra, que absorbe nuestra
atención y que nos sume en negatividad y niebla. Y mientras tanto,
en el fondo de uno mismo, se sabe que de ese infierno que
temporalmente padecemos, nadie tiene la culpa, que somos nosotros,
la propia Vida que está misteriosamente en marcha. Son momentos
en los que tan sólo queda seguir adelante, pasar el episodio "de puntillas"
y seguir avanzando por el filo de la navaja. Sabemos que dentro de
unas horas, como máximo mañana, todo será diferente y las aguas,
por turbias que estén se volverán claras.
Hay personas que piensan que los demás deben tener mucha
estrella porque parece que nunca les pasa a ellas les crispa y
aprieta. Piensan que los otros tienen más fortuna, más dinero
más amor, más talento, más belleza.Sin embargo, en ese momento,
ignoran que a lo largo de la una vida, y haciendo balance interno de
luces y sombras, las cosas no están tan desequilibradas, ni para unas
personas ni para otras. Uno observa que el corazón de los príncipes
de lujosas mansiones no es necesariamente más feliz que el de
aquel mendigo en su trozo de acera, No parece creíble que los
muebles antiguos y las joyas, o bien las mantas viejas y las aceras,
den más felicidad que lograr vivir cualquier cosa desde una mente
sosegada y serena. Las apariencias engañan. Lo importante de la vida,
ya seamos príncipes en unas cosas y mendigos en otras, es vivir desde
el nivel observador que atestigua el discurrir del río, mientras sentimos
el sabio fluir de las pequeñas cosas bien hechas.
Cuando veamos que en nuestra vida ha llegado una nueva tormenta,
tengamos cuidado con las quejas que, además de estériles, debilitan
al que las nombra. Su llegada, en alguna dimensión del aprendizaje,
no es casual. Tras la agitación, los antiguos hábitos se cuestionan y
se abren nuevas puertas. La oportunidad de cambio, a veces, cobra
peaje de perturbación y crisis, aunque sabemos, en lo más profundo
que mañana volverán las aguas a estar claras. El dolor ya pasado
no habrá sido estéril, la vida no es una vulgar rueda.
El tiempo se dirige hacia alguna parte. Cada instante, el Universo se
expande más velozmente, incluso hacia dentro, hacia esa profundidad
liberadora. Cada problema enfrentado templa, madura y des-implica
al observador de aquello que observa. Tras la nueva transparencia de las
aguas calmas, uno ya no es lo mismo, algo ha transmutado. Se sabe
que vendrán otros rostros y que se abrirán otras puertas. Un paso
más en las nuevas avenidas hacia la esencia.
Después de una crisis en la que tenemos el alma en llagas, se mira a
los demás de otra forma. Leemos los corazones ajenos sin que nadie
se de cuenta. Es entonces cuando comprobamos que somos capaces
de percibir sus más íntimos temores, sus anhelos y los pliegues de sus
entrañas. Reconocemos el dolor y la contracción sutil en cualquier
cosa. Sentimos pronto piedad inspirada en el que llora.
Y ante este panorama que señala humanidad y delata el peso que
cada uno lleva a sus espaldas, brota una compasión que torna a la
vida generosa y cálida.
Hemos liberado al sentimiento.
¡Ya somos diferentes de las máquinas!

No hay comentarios:

Publicar un comentario